Hace unos días, me preguntaste:
- Me domesticaste?
- Cómo? Domesticarte?
( casi con enojo, te respondo con extrañeza, tratando de entender q me decís).
Y claro son las 12.30 de la noche, los parpados pesados vencen, y ya me había dispuesto a dormir hace unos minutos mientras tapada acomodaba el acolchado.
Te acaricias la frente, mirando el techo, con la mano casi en peso muerto debido al ángulo que le propone el codo en alto, y continuas:
- Claro, no leíste “El Principito”? ( en ese momento me miras).
Ahí relajo el seño fruncido y me dispongo a escucharte, y busco tu mirada celeste en la oscuridad.
- Mmm, no… intenté
- El relato de la flor, … el del zorro… ( tiras al aire frases cortas, por ver si alguna me suena). Y te hago un no con la cabeza. Como todavía intentando entender porqué el principito, la domesticación y nuestra relación en tu mente encuentran emparentarse.
En las penumbras de la noche los gestos son menos nítidos, con el sueño las palabras se adormecen al punto de volverse casi distantes, el interés suena a desinterés…
Han pasado unos días, y me acercas el relato:
El zorro se calló y miró un buen rato al principito:
-Por favor... domestícame -le dijo.
-Bien quisiera -le respondió el principito pero no tengo mucho tiempo. He de buscar amigos y conocer muchas cosas.
-Sólo se conocen bien las cosas que se domestican -dijo el zorro-. Los hombres ya no fienen tiempo de conocer nada. Lo compran todo hecho en las tiendas. Y como no hay tiendas donde vendan amigos, los hombres no tienen ya amigos. ¡Si quieres un amigo, domestícame!
-¿Qué debo hacer? -preguntó el príncipito.
-Debes tener mucha paciencia -respondió el zorro-. Te sentarás al principio ún poco lejos de mí, así, en el suelo; yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no me dirás nada. El lenguaje es fuente de malos entendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
El principito volvió al día siguiente.
NOSTALGIAS, BUENOS AIRES
Y se me pianta un lagrimón.
Frente a una postal añeja desde España. Sujetar una foto sepia y recorrer con el índice los rostros familiares que no conocí.
Un domingo tan lleno de sol que en el recuerdo se vuelve una luz. Dos viejos en la vereda, quietos en sus sillas de patas de metál, respaldando en un plástico marrón.
Encontrarme en la casa de mis abuelos un recuerdito pasado de moda brutalmente arrancado de contexto.
Escuchar un tango en el tocadisco. Acostarme en el piso y de tanto en tanto observar como la púa se hunde en los surcos del disco reproduciendo Pampero, y tarareando la melodia entregarme a sus versos: Grito de la llanura que reclama / su fiera y orgullosa soledad /sos viento de una estirpe que proclama/ la altivez de su ruda libertad.
y nuevamente me emociono, y me aferró de manera infantil, a ese insulso decir: "todo tiempo pasado fue mejor". Pero es que, el alma nostálgica no renuncia nunca frente al futuro. Y mira siempre hacia atrás. Ancla mar adentro, en la profundidad del calado infinito. En la soledad de capitán de barco, rumbo a los antiguos mares. Y prefiere desde allí ver a lo lejos las luces de un faro, los destellos de la modernidad. Sujeto a la proa en el vaivén mareado. moviendose entre la niebla de la noche oscura. En el cielo abierto de negro cerrar los ojos.
Abrirlos, para tocar tierra. Y me reencuentro. la habitacion de la casa de Floresta. Balbuceando otro tango, triste y feliz acurrucarme a un cacho de Buenos Aires que Cadícamo me arrima...En esa pasividad de solos, encontrar comodidad, detenerme y quedarme amarrada al recuerdo
Foto: archivo familiar(galicia)
CUANDO DUERMES EN LA LLUVIA
Quererte ahora, se ha vuelto tan real,
imperfecto, insostenible,
tan genuino y presente.
Con tus/mis varios defectos.
Quererte en esta forma, que no discrimina.
Que no encuentra contradicción.
Y que en el aluvión de sensaciones,
solo comienza a encontrar cotidaneidad .
Y de repente sentirte parte de mi
en ese momento intensamente vivido (en acto).
Helarnos en un abrazo en este atardecer tan lleno de sol.
Acaso en este instante eterno nunca oscurece,
nunca amanece.
y esto somos amor...
este cachito de momento,
este fragmento de jueves,
esta madrugada de viernes,
este atardecer de martes.
La ilusión de un porvenir.
utopías de "ahoras" eternos...
Me obsesiono tratando de mirar esa gota que se desliza sobre el vidrio, pero es casi imposible, llueve de manera copiosa y las gotas se enciman, cayendo unas sobre otras. Cayó una más grande sobre la que miraba y ahora juntas, con más fuerza se dirigen hacia el marco de la ventana. Afuera un cielo triste se adueña del día y lo torna oscuro. Es como si la noche hubiera venido a las 5 de la tarde. Y me siento chiquita en medio de tanto derroche climático. De repente un relámpago gigante, me llena de ansias de escuchar el trueno que vendrá.
Luego de un rato, comienza a ceder la lluvia, pareciera que el cielo necesitaba gritar y rugir para sentirse mas aliviado. Ahora el sonido se hace más suave, constante, y me permite escucharte. Duermes. Pero más allá de la quietud que aparentas percibo el fluir interno de tu cuerpo, que es como la lluvia… suave y constante. Captas toda mi atención y me acerco a tu cuerpo para oírte más de cerca. Te oigo y te contemplo. Tu nariz perfecta que asoma del rostro pueril. El aire que respiras y baila allí dentro, que viaja inconstante por tu garganta entre paredes raspadas. De repente, te cuesta respirar, pareciera que el aire no siempre quiere bailar. La expresión de tu cara es levemente molesta. Y me encuentro a mi misma con una sonrisa puesta en mi rostro, quiza porque tu expresión me da ternura; nose, quiza porque en todo este ritual, intuyo, la plenitud inmensa me llena, quiza porque esto tan magico, es tangible y real.
Nuevamente el aire viaja con frenesí y llega cansado a tus pulmones que lo respiran hasta el último estertor. Te llenas… y veo como tu pecho se eleva. El diafragma quiere volar hacia el cielo gris que nos mira allí afuera. Es como si te escaparas en vuelo. Pero hay un techo y por suerte, como un pájaro, planeas en caída libre volviendo a tierra firme. Tus pulmones sueltan lo invisible y ahora nuevamente reposan descansados en mí. Bajas a mi lado como un ángel caído, con toda tu humanidad reluciendo. Y entonces contenta, te respiro en un una bocanada profunda...
Una gota corre a toda velocidad por el vidrio, pero detrás como en tercer plano descubro algo. Una cortina de agua mimetizada con un fondo. Veo la mezcla de madera y lluvia. Las ramas del árbol humedecido. Esa trama casi transparente de líneas diagonales que llueven del cielo confundidas con el tronco anciano surcado de arrugas. Son las hojitas del Fresno Dorado empapadas de llanto. Que belleza sentida…, te miro para ver si despertás y compartís conmigo la visión. Quizá quieras como yo jugar a ver y no ver la lluvia. Notarla cuando se hace invisible en el trasfondo celestial. Pero continúas soñando y no querría despertarte. Aunque no se, puede que todo esto sea el sueño.
De repente te mueves, es como si te hubieran despertado mis pensamientos, como si mi silencio gritara en esta tarde. De seguro oyes mi silencio cantándote la melodía de la lluvia. Te acurrucas, cambias de posición e inspiras con fuerza, como volviendo a empezar. Ha quedado tu corazón sobre el mio. Y tu muñeca en mi cintura me hace sentir tu pulso latiendo al compás de la llovizna. Es la armonía espeluznante del universo. Y como para hacer mas alucinante la armonía y placentera la sincronizacion, como muchas otras veces, me pongo a respirar a la par tuya. Nos llenamos de oxigeno y lo soltamos a la deriva, y todo a la par...
Que hermoso, la lluvia ha parado y fluyes con el agua escurridiza. Tus pulsaciones juegan con el ritmo de las gotas vibrando en la canaleta.Como una seguidilla de corcheas nuestros latidos cantan la vida. Y así a medida que el agua se bifurca por alcantarillas y se evapora…, tus sueños vuelan con las nubes, arrastrados por el viento. La tarde se despeja, la oscuridad se aclara y comenzás a abrir tus ojos. Tus bellos ojos
SINA Y LOS ESPEJOS
Parada en puntas de pie, flotando en el equilibrio invisible de unos deditos, y un empeine de mas vencido. Así estiradita como intentando alcanzar el cielo. Unas piernas esculpidas por la danza cotidiana. Se arregla el pelo frente al espejo. Unos mechones suaves y claros, que relucen. La tez clarita, casi blanca transparente. Su rostro suave desea bailar la música. La expresión vivida en su rostro. Se mueve con dulzura, como pidiéndole permiso a la melodía. Quizá algún pasaje trágico de Romeo y Julieta, o algún pueril instante del Cascanueces, o quizá la romántica Giselle. Otras es tan sólo un reflejo en constante movimiento en el Lago de los cisnes.
El brazo izquierdo acompaña un movimiento y su cuello erguido suavemente lo sigue. Hasta que descubre de frente su rostro en el espejo. Sorpresa! Se encuentra allí, en un momento casi eterno. Vacilando entre la sorpresa y la fascinación, una niña frente a su porvenir. Sus ojos grandes se miran. Redondos, presos de obnubilación. sin lugar a dudas ocurren muchas cosas por su mente. Escucha la música, de seguro esa expresión casi de dolor no la tendría si no fuera porque esta deshilachando las líneas del pentagrama ideal que imagina en su mente. Pero claro esta, que hay más en esa imaginación.
El edificio musical de pronto se desmorona, las notas perdidas en el salón ya no importan, se ha distraído al corregir la posición de sus pies. Luego de unos instantes intenta volver a su universo paralelo. Buscando los renglones invisibles sobre los que quiere escribir su música. Concentrada nuevamente, reaparece la expresión tan típica de su cara cuando baila, seria. Los ojos redondos aún continúan mirándose en el espejo. El mismo hilo deshilachado del pentagrama, se convierte en el cabello de una niña que ha dibujado, y rápidamente su mechón lacio se enrosca y se traduce en un Sol bemol bailando en el salón.
Esos ojos redondos se van detrás de la nota y miran a su alrededor. Baja al universo tangible, de esta tarde veraniega. A las agujas de un pequeño relojito de bronce que descansa sobre el piano, marcando las diecinueve y cincuenta y dos. Atravesando la temporalidad ha caído del cielo. Aquí te encuentras niña!... Con tus manos descansadas en la barra. Tu espalda erguida. Tus pies en quinta, frente a mi reflejo, en respectiva sincronía. Y ahora me percibes... Tus ojos de espejo invadidos por estos...
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